Las últimas dos semanas estuve de viaje. Mi hermana vino a visitarme como regalo de graduación.
Fueron semanas cargadas de emociones, hermosos lugares y deliciosas comidas. Fue sobrecogedor volver a abrazarla en persona luego de dos años. Las lágrimas no faltaron. La emoción de verla no me dejó dormir por una semana.
Cada día que pasaba, me sentía increíblemente bendecida de tenerla de nuevo a mi lado, aunque solo fuera por un instante. Le decía que la amaba y la abrazaba cada vez que podía. Guardaré en mi memoria cada momento, porque fue perfecto en toda su imperfección.
Extrañaba tanto dormir con ella, su sentido del humor, su dulzura conmigo, el olor dulcecito que siempre ha tenido su piel.
Hablamos de todo: el futuro, el pasado, nuestros traumas compartidos, el presente, el trabajo, el amor, la muerte, la vida. La comida, el cine, la ciudad. Nos faltó tiempo. Nunca será suficiente, lo sé. Pero tenerla a mi lado fue el mejor regalo que pudimos darnos.
Aunque la mayoría de los días estuve llena de felicidad, hubo una idea que no dejó de rondarme. Un moskito mental.
Al principio era pequeña e insignificante, pero tomó fuerza conforme se acercaba la despedida. Para cuando ya no tuve su presencia a mi lado, la sombra de esta idea era tan fuerte que no pude dormir. Me mantuvo en vela.
Mi decisión de vivir en Japón en vez de estar en Colombia. Pasé la noche entera pensando, sopesando los pros y los contras. Después de graduarme, podría decidir volver o ir a otro país. Pero decidí quedarme. Fui de un lado a otro en mis pensamientos, hasta encontrarme con la capa final del asunto: ¿qué son las decisiones?
Por largo rato me mantuve perdida en mi mente.
Aunque ya han pasado años desde que me mudé a Japón, apenas ahora empiezo a entender las consecuencias de mi decisión, no solo para mí, sino también para quienes me rodeaban.
Desde que decidí venir, la persona que soy ha cambiado. He tomado muchas decisiones. Muchísimas.
Antes, mucho de lo que obtenía no era el resultado de mis propias elecciones, sino de lo que alguien más decidía por mí. Me conformaba por credibilidad, por comodidad, por confianza.
Pero ahora, viviendo sola, entendí el peso de mis decisiones. Cada gasto, ahorro, salida, contrato, visita. Todo terminaba siendo decidido por mí. Solo yo con mi tiempo. Solo yo para saber qué hacer. Una elección que me hizo más libre, más responsable, más racional. Más cercana a lo que quiero ser.
Sin embargo, también terminé pensando: ¿fui egoísta al elegir venir tan lejos? Hasta ahora lo entiendo. Pero en aquel entonces, solo pensaba en el estudio, la mudanza y el viaje. Dejé a mi hermana como el centro de la atención de nuestros padres. Que son seres de luz, pero a veces pueden ser difíciles. Abandoné mi casa, sin saber que cuando volviera ya no sería la casa que recordaba. Dejé a mis personas amadas, sin pensar en que ellos también seguirían creciendo y cambiando. Que el tiempo nos habita, con belleza, pero con una indiferencia implacable ante nuestra mortalidad. Que no habitaría sus vidas por un largo tiempo, y sigo sin hacerlo. Que dije que volvería, pero no sabía cómo ni en qué condiciones. Y menos, que cada vez sería más difícil regresar. Esta decisión no se tomó a la ligera, pero hasta ahora veo que tiene más consecuencias de las que había imaginado.
Hoy me debato entre pasar el tiempo retribuyendo a mis dos fuentes principales de amor. Por un lado, el amor de toda la vida que he sentido por mi hermana, desde que supe que venía a este mundo. Y por el otro, el amor cuidadoso, tierno, amable y cálido que siento y que me da mi pareja, el señor Y.

Quisiera poder tener dos cuerpos, para estar con ambos el mayor tiempo posible. Retribuir su amor. Mostrarles cuán hermoso se vuelve el mundo para mí cuando están a mi lado.
Sin embargo, esto es imposible. Por ahora lo es, y naturalmente lo es. Lo que me ha hecho pensar en cómo cada vez que elegimos estar en un lugar, o con una persona, o habitar un espacio, estamos renunciando a lo demás.
Y es que las decisiones son eso: la renuncia voluntaria de "estar" en otro lugar, para habitar un espacio puntual. Por eso, cada vez que decidimos algo, estamos renunciando a todo el conjunto de otras posibilidades. Nos lanzamos hacia una elección en particular, en un acto de fe, rebeldía, capricho o simplemente de elección.
No quiero darle un peso innecesario a elegir un sabor de helado o una bebida en la tienda, pero sí me gustaría que reflexionáramos. La persona que somos hoy, ahora, en este preciso instante, es el resultado de todas las decisiones que hemos tomado. Ninguna mejor que la otra, solo caminos en el infinito abanico de posibilidades.
Unos segundos de reflexión.
Se siente inmenso pensarlo, ¿verdad?
Nuestro presente es, en realidad, el resultado de nuestras decisiones, aquellas cosas que permitimos nos habiten.
En este preciso instante decido estar con el señor Y, pero mi corazón no deja de añorar pasar cada día con mi querida hermana.
Sé que el tiempo de todos es finito, y cada instante que paso con alguien intento vivirlo desde la presencia, desde la escucha. Creo firmemente que el mayor regalo que podemos dar es nuestro tiempo, porque es lo único que nunca podremos recuperar. Cada segundo es precioso.
Gracias a ti por leerme también. Por usar tus preciosos segundos en este mosukito mental. Espero que esta reflexión toque algo en ti.
Aunque a veces me pesa cada segundo que no estoy con alguno de los dos, amo escuchar sus historias, los lugares a los que han ido, las experiencias que han tenido cuando no estoy con ellos. Porque veo cómo crecen, cómo cambian. Y cuando estoy con ellos, quisiera que el tiempo fuera infinito, para congelar varios instantes. Habitar esos espacios con ellos para siempre. Pero todo es como debe ser, todo es perfecto y completo. Habitaré lo que he decidido ser.
En mi mente, cada vez que puedo, reúno a todas mis personas. A quienes me han dado luz y sombra, a aquellos cuyas decisiones y las mías me han traído hasta aquí. Les agradezco y los abrazo desde el amor. Es uno de mis rituales de gratitud más importantes. Aceptando lo que he elegido y lo que me ha sido dado.
Cierra los ojos. Tú también puedes hacerlo.
Espero que estés bien, donde sea que estés. Gracias por elegir leer el moskito de esta semana. Te envío mi buena energía y espero que sigas transformándote con tus elecciones.
Gracias por leer Mosukito
Se me ocurren las siguientes preguntas:
- ¿Cuál es la decisión que más te influencío en el último mes?
- ¿Qué son para tí las decisiones?
Te leo 🪰
Las decisiones, que tomamos o decidimos nos marcan para siempre, para tomar buenas daciones debemos de escuchar, ver, sentir explorar y comparar, ahora que podemos hacerlo, hay momentos que toca tomar decisiones que no nos dan tiempo de pensarlo ya que son decisiones cotidianas, pero de vida, tan simples como cruzar una calle, ahora que somos jóvenes debemos tomar decisiones que nos ayuden a llevar una vejes digna.
Tomas buenas decisiones siempre pensando en su bienestar en las personas que te rodean sin afectar el espacio de los demás, siempre adelante éxitos..
Para Sun Tzu, “una decisión exitosa implica conocer a sí mismo y al oponente, así como aprovechar las oportunidades y evitar los riesgos innecesarios”.
Esta carta me ha encantado, Luisa. Tu reflexión sobre las elecciones y sus implicaciones me ha tocado una fibra inesperada, y me he encontrado emocionándome al darme cuenta de cuánto me alegro de mis elecciones en los últimos años, a pesar de todos los inconvenientes y los pero's.
La verdad es que es sobrecogedor mirar hacia atrás y darse cuenta no del camino recorrido hasta aquí, sino de los miles de caminos que podríamos haber tomado, y no lo hicimos. Vamos dejando detrás nuestro una cantidad *ingente* de posibilidades no tomadas, a favor de las pocas a las que sí les damos el OK.
Esa imagen mental me ha dejado impactadísima.
Gracias por compartir tus reflexiones, siempre. 😌🙏🏼 Te mando un gran abrazo, Luisa. 💜